¿Para qué sirve el cerebro? ¿Cuáles son los neuromitos más difíciles de desterrar? ¿Cómo podemos cuidar a este órgano? ¿Por qué es importante que los niños aprendan sobre él? Todas estas preguntas (y sus respuestas) se abordan en Descubriendo el cerebro. Neurociencia para chicos (y grandes) (Paidós), de Facundo Manes y María Roca. Pero no sólo eso, ambos profesionales proponen varios experimentos que revelan los secretos más interesantes del preciado órgano.
María Roca, coordinadora científica de Fundación INECO, destacó a Entremujeres Clarín algunas de las tareas principales del órgano en cuestión: “El cerebro tiene a su cargo funciones cognitivas y motoras. Con el cerebro pensamos, sentimos, percibimos, nos enamoramos, nos enojamos, hacemos cuentas y tomamos decisiones. Conocer cómo funciona es fundamental para todos y, particularmente, para los chicos. Hay que aprender a cuidarlo desde la primera infancia”.
La doctora en Psicología explicó además que “los sentidos, el pensamiento y las emociones están atravesados por el cerebro”. ¿Cómo sucede esto? Roca detalló que “nosotros no percibimos el mundo de una manera única sino que interpretamos la información que de él proviene según nuestros contenidos, nuestros esquemas mentales y las emociones que estamos experimentando en cada momento. Podría decirse que los pensamientos y las emociones dan un marco para la interpretación proveniente de los sentidos”.
Neuromitos
La coautora mencionó varios mitos alrededor del cerebro que son difíciles de desterrar: “El primero que se me viene a la mente es eso de que usamos el 10% de nuestro cerebro. Nadie sabe bien de dónde viene este neuromito, pero definitivamente el cerebro se usa todo”, aseguró.
“Otro es que hay un hemisferio que es más creativo y otro que es más lógico. Hoy se sabe que el cerebro funciona en red, sus hemisferios están conectados y cada uno es importante para ambos tipos de procesos”, detalló.
Por último, se refirió al famoso neuromito que afirma que “el cerebro es estático. Hoy se sabe que el cerebro es plástico y que se puede acomodar a lo que la experiencia le propone, se reorganiza frente a las distintas circunstancias. Esto ocurre particularmente en la niñez pero también bien entrada la adultez”.
EXPERIMENTOS DE FACUNDO MANES Y MARIA ROCA:
Experimento 1: La risa que contagia
Para realizar el próximo experimento tenés que calificar con un número del 0 al 10 el nivel de alegría que sentís en este momento. 0 sería si no sentís ni una pizca de alegría y 10 si estás realmente contento. Con el número elegido, te pediremos que, con permiso de tus padres, vayas a internet y busques algún video de alguien riéndose a carcajadas. Tomate unos minutos para mirarlo. Ahora decinos nuevamente qué número del 0 al 10 representa tu nivel de alegría. Probablemente tu número haya mejorado, ¿no es cierto? El mismo efecto puede lograrse si sonreís frente al espejo o si sostenés un lápiz con tus dientes imitando una sonrisa.
Las emociones tienen una expresión facial, que cuando las provocamos artificialmente (ya sea mirando un video divertido, o sonriendo frente a nuestro espejo) parte de la emoción “se contagia” en nosotros.
Experimento 2: El tiempo vuela
En este experimento necesitarás: un cronómetro, tu ropa de deporte, permiso de tus padres para correr 5 minutos con la firme promesa de cuidar las pertenencias familiares. Lo que te pediremos es extraño, pero debés confiar en nosotros. Necesitamos que una vez que termines de leer esta consigna actives tu cronómetro y sin mirarlo comiences a correr por toda la casa riéndote a carcajadas lo más fuerte que puedas. Sin mirar nunca el cronómetro, seguí corriendo y riéndote a carcajadas, hasta que creas que ha pasado un minuto. Cuando creas que ha pasado un minuto, detenete y detené tu cronómetro.
¿Cómo te fue? ¿Calculaste bien el paso del tiempo? ¿Qué ocurrió? ¿Acaso tu reloj interno no coincide con el tiempo real? Efectivamente. Lo que sucede es que cuando nuestro cerebro se enfrenta a situaciones emocionantes, nuestro reloj interno se vuelve loco, se distorsiona y siente –en la mayoría de los casos– que el tiempo pasa más rápido. El tiempo no es algo que nuestro cerebro calcule objetivamente, sino que depende de aquello que estamos haciendo o que está sucediendo. Es por esto que cuando suceden cosas emocionantes el tiempo parece pasar volando (mientras que cuando estamos aburridos, el tiempo parece no pasar nunca).
Aunque podría pensarse que el tiempo pasa igual para todos, lo cierto es que la vivencia que cada uno tiene del tiempo es subjetiva y diferente al tiempo cronológico (aquel que marca el reloj).
Experimento 3: La memoria invisible
Hace unos años, corría entre los niños el juego que te proponemos a continuación. La idea es que le pidas a un amigo que te responda lo más rápido que pueda a las siguientes preguntas:
- ¿De qué color es la nieve?
- ¿De qué color son las nubes?
- ¿De qué color es el delantal de un médico?
- ¿De qué color son las hojas rayadas del colegio?
- ¿Qué toma la vaca?
¿Leche? ¿Acaso las vacas adultas toman leche? Por lo general, este experimento funciona a la perfección y la mayoría de las personas responden que las vacas toman leche. Si no funcionó con tu amigo intentalo con otro, o con tus padres. Recordá que es fundamental que hagas las preguntas rápidamente y que el otro participante las responda también muy rápido.
La mayoría de las personas responden que las vacas toman leche porque las respuestas a las preguntas anteriores hacían referencia al color blanco. Nuestro cerebro guarda esa información y frente a la pregunta “¿qué toma la vaca?” ese recuerdo inconsciente reaparece y nos juega una mala pasada. Este efecto se relaciona con un tipo de memoria que se llama “priming”, que explica cómo un estímulo previo favorece o entorpece el procesamiento del estímulo siguiente.
Fuente: Clarin