Internet nos ha dado un ecosistema en el cual se ha desarrollado una infinidad de tecnología, que ha cambiado nuestro estilo de vida. Estamos hiperconectados a través de redes sociales. Hacemos uso de estas herramientas, mucho más en el marco de la pandemia. ¿Cómo identificar y acotar los abusos? En el marco del programa de Responsabilidad Social Empresaria de Pan American Energy, que contempla un ciclo de charlas vinculadas a la propuesta de “Conocer nuestra mente para vivir mejor”, junto a la Fundación INECO (Instituto de Neurología Cognitiva), el psicólogo Juan Pablo Perrota habló sobre las motivaciones del cerebro humano para encontrar satisfacción en ese contacto con la tecnología, como también sobre las formas de advertir, tanto en niños como en adultos, las señales de alerta para evitar que esa interacción afecta la vida personal.
Búsqueda de estímulos
“Hay estímulos que pueden generar reacciones con mucha intensidad –comentó el reconocido especialista, en diálogo con Actualidad 2.0-, como por ejemplo la cocaína, pero también hay muchas otras cosas que pueden generar estímulos, tal vez no tan intensos pero sí constantes, como los videojuegos y las redes sociales. Estos tienen la posibilidad de mantener estímulos y nuestro cerebro busca constantemente estas novedades. Las redes sociales son muy atractivas, por el conjunto de elementos que nosotros adjudicamos a ciertas cosas que suceden, que a su vez alimentan el valor de ese estímulo: el ‘like’, ese corazoncito que dan a nuestras publicaciones, son muy importantes. Buscamos esa satisfacción en forma permanente, con estímulos breves pero constantes”.
Si bien todavía no se califica como un problema de adicción a la tecnología, explicó que las investigaciones demuestran que hay adicciones a determinados comportamientos, lo que se ha empezado a plantear en torno a los juegos de azar. “En la clínica se ve que muchas personas tienen dificultades para controlar la conducta en relación a los videojuegos o juegos de rol –reseñó-. No se puede decir hoy que es una adicción, pero la conducta es muy parecida a lo que pasa con una sustancia”.
“Los usuarios devolvemos a los creadores de contenidos nuestra gratificación –señaló-. El crear un contenido se ve motivado por la respuesta, por ejemplo cuando interactuamos en twitter, que es una red social orientada a transmitir ideas, ya sea muy importantes o simples ideas. A una persona puede interactuar 2 horas leyendo mensajitos breves en twitter, pero tal vez después no puede dedicar 2 horas a leer un libro. Uno de los grandes estímulos que buscamos los humanos es ser reconocido, aunque sea con un ‘corazón’, o para discutir una idea”.
Estos elementos (redes sociales o video juegos) se han constituido en nuevos estímulos con los cuales interactuamos tanto niños, jóvenes y adultos. “Esto puede atentar contra la capacidad de mantener concentración en temas complejos, pero al mismo tiempo logran una capacidad de comunicación que era desconocida por la humanidad”.
Educar es enseñar límites
“El cerebro adolescente –continuó Perrota-, al estar en formación, todavía no tiene completa la capacidad de inhibir o regular los impulsos. Uno de los aspectos que le falta madurar es la capacidad de inhibir y regular los impulsos, poder postergar la satisfacción inmediata. No es raro que los chicos tengan conductas compulsivas en relación a todo lo que genera alguna clase de estímulo, por eso se enganchan tanto con video juegos o redes sociales. No va a ser ningún problema en tanto las familias sepan que son las primeras responsables de educar. Esto no es sólo transmitir información, sino enseñar al niño y al joven a tener límites y a ponerse auto límites. Es decir, inhibir los impulsos. Si el foco está puesto en que educar es enseñar a la persona a gestionar sus impulsos, no habrá problema. Pero si la familia o el entorno responsable de educar al chico no tiene presente esto, lo que estamos fomentando son personas que no saben esperar o posponer la satisfacción inmediata. Y ahí sí tenemos un problema, porque esta persona que vive de un estímulo a otro, jamás podrá afrontar metas más complejas. Qué es más fácil: ¿sentarme a jugar a la play en el sillón, o entrenar toda la semana para jugar un partido? Si la persona no logra incluir las actividades más arduas, no va a haber problemas”.