Si dormir es un tema tan trascendental para la salud, y también para la economía, es razonable pensar que hoy, en tiempos de cuarentena, sea cada vez mayor el porcentaje de la población preocupada por la calidad de su sueño. El psicólogo Pablo López ofreció algunas respuestas a Ciudad Despierta.
La siesta es rentable.
Lo asegura el psicólogo Pablo López, director de la Fundación INECO. En otras palabras, el estar mal descansado puede provocar pérdidas millonarias, por la sencilla razón de que acarrea una larga lista de malos efectos: el malhumor, la dificultad en la concentración, la merma de la creatividad, el desgano. Estados de ánimo, todos, ciertamente improductivos.
Según cita en su publicación de la web de la Fundación Favaloro, la falta de sueño podría costar la pérdida de hasta un millón 200 mil dólares por día. Esto según cálculos para una urbe como Nueva York, donde como principio de solución encontraron la creación de “siestarios”: una suerte de hoteles funcionales a quienes están presos de extenuantes jornadas laborales, para que puedan descansar unos 20 minutos entre reunión y reunión.
La importación de siestarios en Buenos Aires no tuvo éxito, acaso por la dificultad que implica trasladarse a un sitio exclusivamente para conciliar un casi inexistente sueño de minutos, o acaso porque a la hora de ordenarle al cerebro que descanse, éste buscará un lugar conocido. No hay como el lecho propio para desconectar unos instantes en medio de la jornada.
Si dormir es un tema tan trascendental para la salud, y, como vemos, para la economía, es razonable pensar que hoy, en tiempos de cuarentena, sea cada vez mayor el porcentaje de la población preocupada por la calidad de su sueño. Situación que trae aparejados la dificultad para conciliar el sueño y por hacerlo perdurable durante, al menos, 6 ó 7 de las 8 horas recomendadas por los especialistas en el asunto.
López entiende como un desafío la empresa que se nos plantea hoy sobre una cuestión que en apariencia podría resultar sencilla, como dormir.
Organizar el sueño, según él, cuesta mucho más “porque hoy los horarios dependen de nuestra auto-disciplina absolutamente”.
“En la rutina habitual, pre-cuarentena, hay algunas cosas que son inamovibles, como los horarios de trabajo. Y es que históricamente el trabajo es considerado como el gran ordenador de la rutina diaria. Pero en este momento de distanciamiento social más dependemos de nuestra propia decisión y de cómo eso lo sostenemos en el tiempo sin que haya ninguna instancia externa que nos esté recordando permanentemente los horarios”, explica.
De todas maneras, el especialista es optimista al decir que es posible implementar un orden y es saludable hacerlo. “Habitualmente pasa que en el primer período de adaptación uno hace lo que le sale, y después de que pasa la primera oleada, uno ya puede ver cómo son las coordenadas y empezar a pensar cómo sacarle el mayor provecho posible”, admite.
Hasta la llegada del aislamiento social obligatorio, el home office era muy común en determinado tipo de empresas, como un beneficio para empleados y para la propia compañía. En algunos casos, incluso en otro tipo de instituciones, el teletrabajo era una opción de un día de la semana, con el fin de lograr un mayor rendimiento sin pérdidas de tiempo en traslados hasta el lugar de trabajo, y como permiso para “relajar” una jornada en compañía de hijos o de familia, sin perder de vista el monitor.
Pero nada más lejos que la imposición de trabajar con esta metodología todos los días y permanentemente. De pronto, nos encontramos en medio de una convivencia entre el trabajo habitual, la mirada puesta en las labores de nuestros hijos, en su rutina, sus cenas, el trabajo de limpieza del hogar y hasta el tiempo de ocio, propio y de los demás. La cuarentena no vino con manual explicativo de cómo resolver esta situación, inédita al menos para la generación de adultos actuales.
A lo anterior, se le sumó asimismo la incertidumbre de no tener fecha ni coto preciso de finalización de aislamiento, y un gran estado de alerta y atención sobre la salud de los nuestros. En resumen: un panorama de pesadilla… ¿alguien pretende todavía que conciliemos el sueño, o que los sueños sean agradables?
“Diría que hasta tenemos más actividades que las que tenemos habitualmente, porque si tenemos hijos colaboramos con sus tareas, los ayudamos a entender, ante el contacto más acotado que tienen hoy con los docentes… A la vez, en el trabajo parecieran no estar claros los límites de horario y rutinas de trabajo. Una buena opción sería tratar de evitar las reuniones que no sean imprescindibles. Uno mismo tiene que generar una rutina de reuniones en su horario de trabajo”, aconseja Pablo López.
“Por otro lado es importante, tanto como fijar horarios de dormir y de levantarnos, tratar de fijar horarios de relaciones de trabajo, de relaciones sociales y de ocio, entendiendo que si no respetamos esto no vamos a rendir en el trabajo”, puntualiza al explicar que el rendimiento laboral no es acumulativo, lo cual vuelve al inicio de su planteo acerca de la “no rentabilidad” que implica la falta de sueño. “No es ‘cuantas más horas de trabajo, mejor rendimiento’. ¡Al contrario! Cuantas más horas trabaje de corrido, las últimas serán ineficientes”, aclara.
El psicólogo, quien también es coordinador del Programa de Tratamiento del Insomnio de INECO, pide intentar respetar cada uno de esos espacios, y para hacerlo, establecer una buena comunicación con el otro en pos de lograr un acuerdo. Para López no es necesario que los horarios que regían la rutina antes de la cuarentena se mantengan, pero sí es imprescindible tener un orden, dado que “somos seres que funcionamos por hábitos”.
“Los más básicos son los de la alimentación y el sueño, en eso no podemos fallar, porque son los que regulan todo. Por ejemplo, sería bueno que respetemos las comidas, incluso es un momento interesante para hacer lo que los nutricionistas sugieren… seis comidas diarias, dar vuelta la rutina habitual y errónea de que la cena es la comida más abundante, algo que no ayuda a conciliar el sueño. Tener un orden con el horario de actividad física no es menor, porque si bruscamente interrumpimos la actividad que veníamos haciendo, nos puede generar un decaimiento de ánimo importante”, agrega además.
La tecnología: gran enemiga del sueño
A todo esto, está comprobado que hoy en día se duerme peor que hace tres o cuatro décadas, y no solamente entre los adultos, sino también entre los jóvenes, en apariencia los más desprovistos de compromisos y preocupaciones. La razón es simple: son los fieles amantes de la tecnología.
Un estudio de 2007 de la Clínica del Sueño de la Universidad Austral aclaraba por entonces que no es lo mismo dedicar la noche a dormir que hacerlo en otra franja horaria del día. Hay un ciclo vinculado con la luz y la oscuridad que es regulado por el sistema nervioso central. Por ello, aseguran los estudiosos, es bien diferente llevarse un libro a la cama a llevarse la tablet o el celular: se trata de estímulos muy diferentes para nuestro cerebro.
El mal uso de este tipo de aparatos es causa de lo que se conoce como “insomnio tecnológico”. “Investigaciones recientes encontraron la incidencia que tiene la llamada “luz azul” sobre la posibilidad de dormir. Se determinó a nivel biológico cómo afecta la luz azul propia de los dispositivos modernos en la capacidad de conciliar el sueño“, informa López. “Aparentemente con los primeros hallazgos, esta luz azul aumenta la tensión y la vigilia, y generaría cambios en la neurotransmisión, el mensaje que nos avisa que se aproxima el momento de dormir. Lo que tenemos que tratar de evitar es hacer esas cosas en la habitación. ¿Por qué? Porque ciertos mecanismos se asocian con ciertas conductas. Si no somos claros con nuestro cerebro mandándole el mensaje de ‘Mirá que cuando estás en la habitación es para dormir’, va ser mucho más complicado dormir… El cerebro entrará en la confusión de… ‘¿y ahora qué hago? ¿duermo, escribo, miro la tele?“, grafica Pablo.
Según el psicólogo, el ciclo sueño-vigilia tiende a cierta estabilidad, y debemos ayudar con ese circuito; lo ideal para ellos es que nuestros hábitos sean compatibles con la posibilidad de dormir.
Por supuesto que en este contexto es insoslayable la ansiedad provocada por la incertidumbre, el encontrarse con una situación nueva y atemorizante para todos, que es la aparición de la pandemia. López propone ser más comprensivos con nosotros mismos en este punto. “Tenemos que entender que estamos en una situación muy novedosa, complicada y con una alta incertidumbre, entonces es esperable tener una cuota de ansiedad, tener días en que estaremos más irritables o ansiosos… Respetemos eso también, y que no nos sume miedo la aparición de estos síntomas. Démonos un tiempo para desarrollar recursos para afrontar una situación que no tiene antecedentes para nuestra generación. Aunque parezca una eternidad, hace sólo un mes que estamos en esta situación”, advierte.
La posibilidad de consulta en terapia, con un especialista, es una opción válida, si esas emociones tienen tal intensidad y perdurabilidad en el tiempo que la persona encuentra difícil manejarlo con sus propias herramientas. “Hay que hacerlo, por nuestro bienestar. Las opciones en salud mental con tratamientos a distancia son buenos, se ha facilitado mucho todo con este recurso. Con esto quiero decir que no hay que esperar a que se termine la cuarentena para hacerlo”, añade.
¿Se sueña diferente?
La aparición de sueños más vívidos en este contexto de aislamiento se admite ya como un fenómeno real, que se reporta en las clínicas y suscita el interés periodístico. López cita un estudio reciente sobre “Sueño en contexto de Covid”, que evidencia que efectivamente hay algunos cambios que podrían explicar esta diferencia en el tipo de sueños que visitan al dormir.
“La situación es movilizante, impacta, y, como sabemos, la preocupación por un tema en vigilia sigue cuando dormimos, con un nivel de consciencia menor y la posibilidad de control también mucho menor. Pero las hipótesis que se manejan es que por un lado estamos durmiendo más. En general la población urbana tiene una privación de sueño importante. Entonces, ese dormir más hace se extiendan las etapas de sueño”, explica.
En líneas generales, López detalla: “Las etapas de sueño son dos grandes y una se divide en cuatro. Una es la de REM, de imágenes oníricas. Al extenderse el sueño habría más etapas oníricas. Esas etapas vuelven a comenzar una y otra vez, entonces pareciera que hay mayor presencia de sueños REM y a su vez con el paso de tiempo que uno duerme, las etapas REM son más extensas y si nos despertamos en un momento cercano a esas etapas, tendemos a recordar más y mejor esa imágenes”.
En síntesis, la combinación de una mayor preocupación, la sensación de encierro permanente, más la ampliación de horas de sueño, estarían asociados a estas imágenes más vívidas que tenemos al soñar.
Se trata de estudios muy recientes, enfatiza López, porque “no sólo no entendemos del todo al virus, sino que tampoco entendemos las reacciones que está teniendo el ser humano. Podemos compararlo con otras pandemias pero ésta tiene componentes novedosos, como la sobreabundancia de información -que aunque fuese toda confiable, es mucha- a través de canales tradicionales y además de las redes sociales”.
Sin dudas, todo aquello que aporte a la misión de “entendernos” en el contexto de cuarentena es bien recibido. Pero asimismo, Pablo López transmite un mensaje esperanzador para la post-cuarentena, y es que es posible que necesitemos de cierto tiempo de readaptación para la nueva rutina. “Pero lo bueno es que será una adaptación a un contexto conocido, así que será menos demandante que lo que está siendo el contexto presente”, concluye.
Fuente: Radio Cantilo (La Plata)